El acné es una enfermedad del folículo pilosebáceo que afecta principalmente a adolescentes y jóvenes asociada a los cambios hormonales propios de la pubertad. Sin embargo, esta patología no es un problema que deba vincularse exclusivamente con la piel adolescente, ya que puede acontecer en edades más avanzadas por otros factores como la administración de algunos medicamentos, estrés, alteraciones hormonales, etc.
Afecta principalmente a las zonas de la piel con mayor densidad de glándulas sebáceas (cara, tórax y espalda) y se caracteriza por la presencia de comedones y lesiones inflamatorias. Pueden aparecer nódulos y quistes, que en ocasiones producen cicatrices.
La situación suele empeorar tras el verano, pues llegada esta época comienzan a aparecer brotes de acné.
En principio, una exposición moderada al sol puede mejorar las lesiones por acné, pero moderada y con protección solar (esto es muy importante tanto por los tratamientos que se utilizan como por la posible hiperpigmentación postinflamatoria). Esto se debe a que se produce una disminución de la proliferación bacteriana por efecto de la radiación solar, una disminución de la inflamación y la piel se seca, con lo que la sintomatología del acné mejora. Sin embargo, esta mejoría es sólo relativa. Al terminar el verano el acné vuelve a aparecer incluso con más virulencia por dos motivos: esa mejoría relativa hace que se abandonen los cuidados habituales o que no seamos tan rigurosos en su aplicación, y por otro lado la exposición solar (especialmente si ésta ha sido intensa) genera deshidratación y un engrosamiento de la capa córnea que obstruye los poros.
Una correcta higiene e hidratación con productos específicos son fundamentales para mantener esta patología controlada durante todo el año. Si en verano has abandonado este ritual, es muy probable que en este momento tu acné haya empeorado y tu piel, además, esté deshidratada por los efectos del sol.
Sí, el acné es una enfermedad que debe tratarse siempre.
En principio no, ya que aumenta el riesgo de que la infección se extienda y de que se produzcan cicatrices residuales.
Es importante saber que, dado que el acné es una patología de origen hormonal, no es posible evitarlo, aunque sí puede controlarse. La remisión dependerá del tiempo que tarde en estabilizarse el patrón hormonal o, si el tratamiento va más allá de la higiene e hidratación (por ejemplo con antibióticos o derivados del ácido retinoico), puede oscilar entre los seis meses y el año en función de la gravedad.
En cuanto al uso de maquillajes, éstos no tienen por qué suponer ningún problema siempre y cuando se utilicen productos adecuados (maquillajes con textura oil-free) y que se elimine el producto con una limpieza adecuada.
Actualmente no existen suficientes evidencias de que la ingestión elevada de hidratos de carbono (chocolate, azúcares...) y grasas (embutidos) jueguen un papel etiológico en el acné. Se admite como consenso que si se produjera una asociación entre un determinado alimento y el agravamiento del acné, éste deberá evitarse.
Por otro lado, una dieta variada, rica en fruta y verduras siempre será más beneficiosa para la salud de tu piel por el mayor contenido en antioxidantes de estos alimentos.
Y recuerda, la demora en el tratamiento, un tratamiento inadecuado o el abandono del mismo pueden agravar el acné y provocar la aparición de cicatrices irreversibles.
Sara Martínez González.
Vocal de Dermofarmacia.
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